Las mujeres nacidas en los años 50, 60 e incluso en el 70, nos quisimos comer el mundo.
A diferencia de nuestras madres (algunas trabajaban en trabajos muy precarios y otras no pudieron acceder al mundo laboral), nosotras quisimos participar en la organización de todo.
Quisimos ser ingenieras, maestras, médicas, campesinas, artistas, conductoras, pilotos, taxistas, escritoras, conferenciantes, políticas, gerentes, presidentes… y un montón de cosas más.
Pero no lo hicimos del todo bien, o la sociedad nos puso un techo de cristal que no supimos ver y/o romper, y unas obligaciones cotidianas que no supimos o no nos dejaron delegar.
Nos creímos que nuestros compañeros estarían a la altura coherente de todo proyecto que ponen en marcha dos personas.
No fue así, aunque muchos de nuestros compañeros han colaborado de una forma que les ha supuesto un gran esfuerzo, siempre o casi siempre, se han otorgado un segundo plano.
Ellos están ahí cuando nosotros los necesitamos.
Y nosotras los necesitamos cuando ya no podemos más. Nosotras, las señoras que ahora ya tenemos 50, 60 y 70 años, vemos como la generación que nos viene detrás ha avanzado, sin embargo, siguen siendo ellas ejes de las casas y las que deben apagar los fuegos.
Ellos, ayudan a descolgar el extintor, algunas veces.
Aunque hacemos un montón de actividades, la vida nos ha regalado cierta salud en nuestra jubilación, tenemos disposición temporal para ayudar a las que ahora están en la época que parece no tener tiempo para nada.
Por eso esta aplicación, mujeres que ayudan a mujeres. Sororidad intergeneracional.
Y, además, cabe añadir, la movilidad geográfica de la nueva generación, hay algunas de nuestras hijas que viven lejos, y poca ayuda podemos proporcionar para apagar estos fuegos de las personas cercanas, necesitan que sus nuevas vecinas les ayuden.
Y las chicas que vienen de fuera, y están solas, también en esta aplicación encontraran una solución.